El ministerio del hijo del hombre

Nuestro hermano Jorge Pérez, Asesor de GBU en Canarias, ha podido estar con nosotros este domingo y compartir la Palabra de Dios en iLaCuesta:

Uno de los textos donde se puede ver el comienzo del ministerio de Jesús en la tierra es en Lucas 4.14-30. Estas palabras, que llenaron de indignación a los judíos que las escucharon, fueron dichas por el profeta Isaías mucho antes de que Jesús naciera:

«El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos;

A predicar el año agradable del Señor.»

Un poco de contexto

Lucas, el autor del evangelio, no estuvo entre los 12, no fue uno de los apóstoles, pero si estuvo con Pablo en alguno de sus viajes misioneros, participando de su ministerio y absorbiendo todo lo que Pablo enseñaba. Él era médico pero podría considerarse como un historiador, ya que recopiló muchísima información y tomó cuidado de analizar meticulosamente todos los testimonios de muchos para escribir la historia del Hijo del Hombre.

Y podemos ver en el libro de Lucas que el médico utilizó la expresión «Hijo del Hombre» en muchísimas ocasiones y que el orden de los acontecimientos que eligió para estructurar su libro es diferente al de los otros evangelios sinópticos, y todo esto tiene una razón y es que todo parece estar entretejido de tal manera que la trama nos va desvelando, poco a poco una verdad que Lucas parecía querer mantener en suspense, y esta verdad era que Jesús no era cualquier profeta, no era uno más, no era otro gran hombre de Dios, sino que era el Hijo del Hombre, Dios mismo, el Hijo de Dios.

Tres principios

Así que Jesús, el Hijo del Hombre, según el texto de Lucas comenzó su ministerio señalándose a sí mismo como la persona a la que se refería Isaías en el texto que leyó en la sinagoga, y esta profecía cumplida en Jesús nos da tres pistas, tres principios interesantes que podríamos tener en cuenta para entender el ministerio de Jesús en el mundo y por lo tanto en nuestras vidas.

El hijo del hombre vino a traer luz a los ciegos (v18)

Nuestro hermano Jorge comentaba que seguramente Jesús estaría emocionado leyendo lo que Isaías decía de Él mismo, y es que Jesús, estaba dispuesto a compartir quién era Él. Él era el ungido; la idea que transmitía en esa época la palabra ungido era una idea de realeza; los reyes eran ungidos con aceite, este simbolismo se utilizaba para declarar que estaban listos y que eran escogidos para reinar. Jesús, por tanto, se postula como un rey capacitado y preparado para reinar, tenía toda la autoridad para hacer lo que tenía que hacer. Por lo tanto tenía la capacidad y la autoridad y el poder de traer luz a los ciegos. Y se pone de manifiesto en el cumplimiento de estas cosas que Jesús no sólo iba a quitarle la ceguera a los ciegos físicamente, sino que Jesús iluminaba el corazón de las personas entenebrecidas por el pecado. Iba a dar claridad a los ojos, pero también al corazón.

En otras palabras, Jesús estaba anunciando que él era la solución al problema del pecado.

El hijo del hombre vino para que se cumpliera la escritura (v21)

Y tal y como dice Mateo 5.17 Jesús no vino a eliminar la ley o los profetas, sino que la cumplió desde el principio hasta el final. Las implicaciones de esto son abundantes y colocan a Jesús como La Palabra en acción, el Verbo. Realmente Jesús era el cumplimiento de la Palabra, algo que los Judíos llevaban esperando toda su vida; el Mesías.

Y esta afirmación, para los Judíos, destilaba arrogancia, porque, ¿Quién podría afirmar tal cosa? ¿Quién podría decir de sí mismo que las profecías de los grandes profetas se cumpliría en él mismo? Pues sólo hay dos tipos de personas que podrían afirmar tal cosa: Un charlatán, mentiroso y vendedor de humo, o alguien que decía la verdad acerca de si mismo.

Y Jesús dejó claro que quien decía ser, ese era. Tenemos muchos ejemplos de cómo hizo esto, pero uno que establece claramente esta verdad es la ocasión en que algunos amigos llevaron a un paralítico a Jesús a través del techo de una casa. Cuando llegaron allí Jesús vio la fe de ellos y le perdonó los pecados al paralítico. Ante esta afirmación, los fariseos que estaban cerca se indignaron y se preguntaban como este hombre era capaz de decir tales cosas, pues sólo Dios puede perdonar pecados. Jesús, entonces, los metió en una encrucijada; ¿Qué es más fácil decir, tus pecados te son perdonados o levántate y anda? y sin esperar una respuesta Jesús reafirmó su ministerio ejerciendo el uso de su poder y autoridad, por medio de su palabra: «Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa. Al instante, levantándose en presencia de ellos, y tomando el lecho en que estaba acostado, se fue a su casa, glorificando a Dios.«

Por tanto vemos a Jesús reafirmando su ministerio, reafirmando que la escritura se cumple en él y dando un paso más allá: Él es el Verbo.

El hijo del hombre vino para reconciliarte con Dios (v23-27)

Por último, Jesús vino para reconciliar al ser humano con Dios. Jesús vino a darle solución al mayor problema de la humanidad, vino a derrotar a la muerte, a liberarnos del pecado y vino a extender su gracia más allá de los límites de Israel. Jesús ofrece la salvación a toda la humanidad.

Y esto era aún más intolerable para los Judíos ¿Cómo Dios va a escoger a otro pueblo que no sea el elegido? Jesús estaba proponiendo algo que, en el pensamiento Judío, eliminaba el concepto de la exclusividad: Juntar a Judíos con gentiles, con paganos, con pecadores. Esto les sonaba tan extraño como que alguien venga a decirnos que puede juntar el agua con el aceite: ¡Es imposible! Son dos cosas que no se pueden juntar, no tenía sentido para ellos igual que para nosotros no tiene sentido poder juntar estos dos elementos.

Pero Jesús iba a demostrar que podía dar luz a los ciegos, que iba a liberar a los oprimidos, que iba a resucitar muertos, que iba a cumplir lo dicho en las escrituras y que Él mismo iba a convertirse en esa partícula capaz de convertir el agua y el aceite en en mismo elemento. En Jesús los gentiles y los judíos son salvos, Él extiende su misericordia a toda la humanidad.

Por tanto, Jesús, el Hijo del Hombre, vino a darnos luz, a cumplir su Palabra y a reconciliarnos con Dios, y esto es parte fundamental del evangelio, un evangelio que no es sólo para los que no le conocen, sino que es para todos, incluso para los que llevan día, meses o años andando con Jesús. Es Él el que nos reconcilia con Dios. Y hoy nos extiende esa oferta generosa. ¿Cuál es nuestra respuesta?

¿Te conmueve saber que Cristo ha extendido su gracia y misericordia a tu vida? Adora a Dios por su obra, por haber permitido que esa gracia te haya alcanzado.

Comparte con otros de su misericordia, esta noticia no es sólo para unos pocos, es para todas las naciones, culturas, etnias y personas.

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