No sabemos realmente si este término existe o si se ha utilizado con anterioridad en alguna época del cristianismo, pero creemos que lo que queremos expresar con la adoración vulnerable es uno de los pilares fundamentales que a lo largo de las generaciones se ha perdido.
Creemos que la música ha formado parte de la cultura, no solo de la que podríamos llamar secular, sino que es seguramente la expresión de adoración congregacional más utilizada a lo largo de los siglos.
La música en la cultura posee una característica con dos vertientes muy interesantes: la cultura define la música y la música define la cultura. Seguramente es muy difícil determinar cuál de las dos tiene más peso en la otra y en qué áreas esta influencia se hace más evidente pero creemos que la música de adoración es capaz de moldear (al menos en parte) la manera en la que percibimos la alabanza, la liturgia, el cristianismo y, en última instancia, nuestra relación con Dios.
Teniendo en cuenta esto no queremos ser innovadores y transgresores sino simplemente volver a los orígenes de lo que la música de adoración y alabanza es y así queda registrado en el único libro inspirado por Dios mismo.
Las personas y Dios
Para ello hemos querido enfocarnos en el contraste contínuo que se observa en la generalidad de la Escritura acerca de lo minúsculo, intrascendente y efímero que es el ser humano en comparación con la grandeza, trascendencia y eternidad de Dios. Creemos que no debemos olvidar este contraste en la adoración y en la composición de las canciones: somos nada ante Dios, no merecemos ni adorarle, nuestra vida es como viento y nuestras mayores obras son como trapos sucios.
Creemos que mantener esta perspectiva; humillarnos, colocarnos en el lugar que nos corresponde, tendrá como consecuencia exaltar a Dios, glorificarle y también colocarle en el lugar que le corresponde en nuestras vidas.
Es la actitud que observamos en los salmistas; personas humilladas, vulnerables, débiles que acudían a Dios con lo poco que tenían y expresaban de maneras torpes como el Dios del universo interfería en una realidad llena de dificultades, dolor e inseguridades para, literalmente, cambiar el lamento en danza.
Sabemos que Dios no necesita contrastarse con nada ni nadie para ser glorioso y maravilloso, lo es por definición, pero sí que creemos que colocar la grandeza divina junto a la bajeza humana hará brillar de maneras que quizá nunca habíamos experimentado el infinito amor de Dios llevado a cabo a través del nacimiento, vida, muerte y resurrección de su hijo Jesucristo el cual nos dio vida (y en abundancia) juntamente con Él y entrada en Su Reino por la eternidad.
Es ese corazón humillado, vulnerable y sincero el que queremos trasladar a nuestras vidas y, en este proyecto, a nuestras canciones.
Acabar con el tabú del lamento
Lo que muchos teólogos y entendidos de las Escrituras saben es que en la Biblia hay más salmos de lamento que de cualquier otro tipo. Sin embargo creo que todos estamos imbuidos en una cultura de adoración musical donde el lamento, el sufrimiento, las vicisitudes de la vida y los problemas han pasado de largo y la música ha sido invadida por unas letras florecientes de positivismo, buena vibra y, buenrollismo. Y por supuesto que la vida está llenas de estas cosas y son buenas.
Parece que nosotros, los adoradores nos hemos colocado en un lugar donde parece que la vida no nos afecta lo suficiente para incluir esto en nuestras canciones. Entras a tu iglesia local a cantar y el mundo y todo lo que hay en él desaparece porque ahora has subido al escalón del adorador, el escalón donde los problemas mundanos de este mundo no te afectan en absoluto.
El problema no lo encontramos por crear música positiva y rebosante de alegría, tampoco vemos un problema en que la música se centre en exaltar a Dios. Creemos que lo que le falta a la adoración cristiana en la actualidad es llevar la vida a Dios (o traer a Dios a la vida) y dejar de abstraer la adoración de la realidad. Vivimos en un mundo caído y es en ese mundo caído donde tenemos que adorar a Dios, en nuestras situaciones más vulnerables y cuando tengamos más confianza, en nuestro sufrimiento, en nuestra alegría y en todas las etapas que se sitúan entre los dos extremos.
La adoración es nuestra respuesta a la bendición y transformación de Dios en cada momento de nuestra vida. Sacar la vivencia, la vulnerabilidad y las consecuencias de vivir en un mundo caído de la música de adoración no necesariamente nos enfoca en Dios, sino que lo saca del lugar donde precisamente ha prometido estar.
Por eso nuestro compromiso (en la voluntad de Dios) es honrarle con música que clame: Dios se involucra en nuestra vida, Dios es real, no porque pueda hacer afirmaciones teológicamente correctas sobre su santidad, su amor y su poder, sino porque, como decíamos antes, literalmente, ha cambiado nuestro lamento en danza. Vive en nosotros. Nos ha transformado.
Acabar con la adoración políticamente cristianamente correcta
Cuando hablamos de algo políticamente correcto todos sabemos a lo que nos estamos refiriendo. Ser políticamente correcto es actuar o decir lo que se espera que digas en situaciones donde existe vulnerabilidad o desventaja en algún tema concreto. Por ejemplo, si alguien te pregunta sobre un tema de racismo, ideología de género, feminismo, igualdad, calentamiento global, violencia machista o fascismo todos sabemos cuáles son las respuestas políticamente correctas aceptadas y no transgresoras que la mayoría de las personas aceptaría como válidas.
Ser políticamente correcto básicamente es actuar o decir lo que todos esperarían que dijeras o hicieras independientemente de que sea 100% real en tu vida o que compartas esa opinión de manera completa. Dicho de otro modo, si eres un ciudadano normal se espera que seas de esa manera.
Pues bien, permítenos utilizar esta comparación para destapar el término cristianamente correcto.
En muchos sentidos, la adoración cristiana está rebosante de letras que dicen lo que presuponemos que cualquier cristiano debería cantar:
- Te amo Señor…
- Te entrego mi vida…
- Eres todo para mi…
- A donde vayas yo iré…
- Quiero adorarte…
- Aquí estoy dispuesto…
- Tu llenas mi corazón…
- Tú eres suficiente…
- Te necesito…
- Te rindo mi vida…
Y nuestra intención no es acabar con este tipo de afirmaciones en nuestras canciones. Estas afirmaciones corresponden (en muchos casos a un deseo genuino de